La Quinta Los Ombúes lanzó su campaña “Cajas y Cajitas”, que invita a los vecinos a enviar fotos, cartas, relatos y testimonios de la vida cotidiana que nutrirán las futuras salas sobre la historia de San Isidro. El objetivo es continuar entendiendo de dónde venimos, qué nos constituye cómo sociedad y, en definitiva, quiénes somos.
“Desde 2019 estamos trabajando en el diseño de nuevas salas que contarán la historia de San Isidro y se nutrirán no sólo del material de archivo del Museo, sino también de vecinos e instituciones de las distintas localidades del Partido. Apuntamos a un guión en el que cada sanisidrense sienta que algo de lo que estará ahí lo interpela de manera directa y es parte de su propia historia, y también que conozca todas las otras historias y la enorme diversidad de gente que conforma esta comunidad”.
Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general de Cultura de San Isidro.
Así, desde el inicio de la cuarentena, el Museo puso en marcha esta propuesta de seguir convocando a los vecinos a ser parte de estas nuevas salas que tienen la ambición de reflejar la historia de todos y de cada uno. Cualquier material puede ser enviado a dirección@quintalosombues.com.ar
“Estos momentos de aislamiento social nos permiten tener más tiempo para estar en casa y revisar en esas cajas de fotos, cartas y testimonios que reflejen historias de vida y actividades de ocio, trabajo o recreación, en determinados espacios físicos como un club, una fábrica, una plaza o una escuela. Están todos invitados a ser parte y comprometerse con esta iniciativa”.
Marcela Fugardo, directora del Museo.
Fotos familiares tomadas frente a la Ruta Panamericana que estaba construyéndose, a la altura de San Isidro, otra de un grupo de compañeras frente a la emblemática fábrica de porcelana Lozadur, en Villa Adelina, y también de una pareja de novios y sus familiares directos a poco de casarse en la entrada del registro civil, ya son parte del acervo del Museo y de toda la comunidad.
Imágenes en color sepia de la vida diaria, de la familia estrecha y de la familia extendida que es San Isidro, que se sumaron a otras fotos y piezas que el Museo, gracias a la generosidad de los vecinos, recibió en forma presencial y antes de la pandemia, como antiguas entradas de cine, un carnet de taxista, menús de restaurante y elementos de trabajo de una de las primeras parteras de San Isidro.
En síntesis, una historia colectiva que se irá construyendo con la suma de miles de historias individuales y en un momento adecuado para revolver, redescubrir y compartir fotografías sacadas varias décadas atrás sin más pretensión, seguramente, que la de reflejar un momento en particular. Imágenes que hoy, a la distancia, adquieren relieves e intereses nuevos, identitarios y colectivos.