En San Isidro, una calle lleva el nombre de Adrián Beccar Varela y, a pocos metros, en la plaza principal, una estatua lo recuerda. También lo homenajea una escultura en la sede capitalina de la AFA.
¿Quién era Adrián Beccar Varela? ¿Qué hizo Adrián Beccar Varela? ¿Cuál fue su legado?
Esta exposición rescata los aspectos principales de la vida, de sus acciones públicas y de su utopía urbana Un siglo después de la finalización de su mandato como intendente de San Isidro, su legado aun persiste, atrae y convoca.
Los aires triunfales del Centenario y la fe en un progreso indefinido, que parecía derramarse copiosamente sobre la Argentina de 1910 y que se irradiaban desde su Capital, obraban su efecto contagioso en los poblados de la comarca bonaerense. Tras una era patriarcal que, en muchos casos, se alargaba desde tiempos coloniales, aquellos suburbios (donde, todavía, el paisaje rural invadía la traza y donde chacras, quintas y huertas se repartían entre calles de barro), comenzaban a experimentar el “deseo” de convertirse en ciudades, a imagen y semejanza de Buenos Aires y de las grandes capitales europeas. Una metamorfosis inevitable en un país centralizado y cosmopolita. Pero, a la vez, una metamorfosis cuya concreción en obras tangibles, más allá del deseo, requería del liderazgo de hombres ejecutivos y visionarios, capaces de imaginar un nuevo paradigma para aquellos “pagos chicos”.
Adrián Beccar Varela fue uno de aquellos visionarios para quienes la utopía era posible. Aquel San Isidro casi aldeano y de perfiles veraniegos encontró en él, al hacedor de una modernidad, presente en su pensamiento desde tiempo atrás y que persistirá en iniciativas posteriores a su intendencia. Era el momento histórico para traducir en infraestructura, equipamiento y servicios las demandas de una nueva escala comunitaria y una nueva identidad urbana.
Adrián Beccar Varela pensó a San Isidro: sanidad e higiene públicas, abasto, pavimentación y transporte, culto, estética edilicia, ordenamiento fiscal, cultura, recreación, ornato, equipamiento y forestación, iluminación, dispositivos monumentales y conmemorativos… Su mirada abarcó todos estos rubros de la agenda municipal. Se propuso mejorar, en muchos aspectos, el espacio donde trajinaba cada día la vida de los sanisidrenses. Y, además, en su rol de historiador, resignificó a San Isidro en el relato del pasado argentino.
Su intendencia fue breve pero llamativamente fecunda. Prueba, quizá, del consenso vecinal que debió acompañarlo y, a la vez, de su capacidad para “ver” por anticipado un futuro que debía instalarse perentoriamente en San Isidro y que en nada se contradecía con esa tradición tan arraigada en su pueblo natal. Adrián Beccar Varela promovió una modernidad urbana lúcida que no reniega de la identidad y que fortalece, en cada vecino, el orgullo de la pertenencia.
Más de un siglo después, el paradigma de pensar ciudades en términos de “calidad” (inteligentes, amigables, inclusivas e integradoras), reconoce en él a un pionero; y San Isidro valora sus logros como un legado.
